CARIBE MEXICANO, a 09 de agosto (Texto de la Dra. Melania C. López Castro). - La primera vez que vi una tortuga marina fue en 1993 durante una práctica de campo de la preparatoria. Recogíamos algas marinas en la costa de Guerrero para estudiarlas. Era de noche cuando unos compañeros llegaron con unas crías de tortuga golfina que recogieron en la playa. Observé a las tortuguitas por unos instantes mientras los profesores nos explicaban qué eran y por qué era importante que las regresáramos a la playa y pudieran adentrarse en el mar.
Fue un evento olvidado en el baúl de mis recuerdos y que tal vez nada tuvo que ver con la elección de mi carrera profesional.
Quería ser médico veterinario, una carrera muy popular en esos años. Pero el temor de mi padre porque terminara yo “bañando y peinando perritos” me llevó a investigar otras carreras menos exploradas. La biología marina era una de ellas. No sabía nada de la vida marina, excepto por lo que había visto en documentales de Jacques Cousteau, el explorador francés, y las visitas a algunos acuarios con espectáculos de delfines y lobos marinos. De cualquier manera, esto llamó mi atención y, pues, tenía que probar. Empaqué maletas y me fui a La Paz en Baja California Sur a estudiar biología marina.
En el tercer año de la carrera, cuando cursaba la materia de amniotas marinos–esos organismos con saco amniótico en su desarrollo embrionario y que abarcan a los reptiles, aves y mamíferos–surgió mi interés por las tortugas marinas. Una de las lecturas recomendadas sobre el tema era el libro “Las tortugas marinas y nuestro tiempo”, del Dr. René Márquez, el precursor de los programas de conservación de tortugas marinas en México. Este libro abrió mis ojos en muchos aspectos.
Aprendí que existen 7 especies de tortugas marinas en el planeta, que evolucionaron hace más de 100 millones de años y que en los siglos 15 y 16 eran muy abundantes en los océanos. Que México es privilegiado porque en sus aguas alberga 6 de estas especies y porque grandes números de tortugas anidan en nuestras playas. Pero también supe que en sólo dos décadas la sobrepesca y la falta de conocimiento sobre la biología de estos reptiles marinos llevaron a todas sus especies al borde de la extinción. En la década de 1980 se establecieron vedas parciales y tallas máximas de captura, pero las poblaciones seguían disminuyendo drásticamente. En 1990 México declaró una veda permanente de captura de todas las especies de tortugas marinas, que hoy sigue vigente.
Después de leer ese libro me hice muchas preguntas. ¿Cómo es posible que los humanos seamos capaces de exterminar especies que han existido en el planeta durante millones de años? ¿Qué se puede hacer para revertir esta situación y lograr la recuperación de las tortugas marinas?
Tenía claro que desconocíamos mucho de la biología y ecología de estos reptiles, información que es indispensable para lograr su recuperación. Y, precisamente, esto se convirtió en mi objetivo profesional, en mi proyecto de vida.
Después de veintitantos años de estudiar la biología de las diferentes especies de tortugas marinas he llegado a comprender que para conservarlas hay que ir más allá de tratar de aumentar el tamaño de sus poblaciones. Debemos lograr que las tortugas marinas puedan cumplir con su papel ecológico y con ello contribuyan a mantener la funcionalidad de los ecosistemas que habitan y de los cuales dependen muchas otras especies marinas, y también nosotros los humanos. Si las tortugas marinas desaparecieran, ecosistemas tan productivos como los arrecifes coralinos y los pastos marinos serían afectados gravemente, y la vegetación de las dunas costeras donde anidan perdería los nutrientes que reciben cada año de los huevos que allí depositan las tortugas.
También he aprendido que además de mantener y conservar las playas de anidación es indispensable conservar los otros ambientes marinos que las tortugas utilizan a lo largo de su vida.
Muchas personas están familiarizadas con los campamentos tortugueros y el trabajo que ahí se realiza. Sin embargo, y a pesar de la gran importancia que estos ambientes tienen para la recuperación de las tortugas marinas sólo representan el 1% de su ciclo de vida. Es decir, las tortugas pasan el 99% de su vida en el mar, pero la dificultad de estudiarlas allí hace que sepamos tan poco sobre ellas: sobre todo lo que se conoce como “los años perdidos”. Las tortuguitas salen del nido, entran al mar y se dejan llevar por corrientes oceánicas. Permanecen en mar abierto por varios años hasta que alcanzan 20 cm de longitud y migran hacia zonas costeras de alimentación, en donde pasarán una o dos décadas hasta que alcanzan la madurez sexual y migran hacia sus zonas de reproducción.
Hace casi 10 años, cuando cursaba mi doctorado en ciencias, lo que se sabía de los años perdidos de las tortugas era que en el océano Atlántico este periodo puede durar entre 5 y 7 años para la tortuga verde y entre 7 y 12 años para la tortuga caguama. Y que las crías utilizan los mantos de sargazo flotante como refugio de depredadores y fuente de alimento. Las únicas zonas oceánicas de alimentación que se conocían eran el Mar de los Sargazos y la región de las Islas Azores.
Mi curiosidad me llevó a tratar de descubrir si existían más zonas oceánicas de alimentación y averiguar cómo estas zonas se conectaban con las zonas costeras de alimentación. Esto es importante para poder enfocar recursos y esfuerzos en aquellas zonas que contribuyen con un mayor número de individuos a las costas en donde se reproducen las tortugas. Me dije: es imposible proteger todo el océano, pero sí podemos proteger zonas importantes si sabemos cuáles son y en dónde están.
Para eso colecté muestras del caparazón de individuos jóvenes (entre 25 y 50 cm de longitud) de tortuga verde en áreas costeras de alimentación en Nicaragua, Brasil, Bahamas y la Florida en Estados Unidos. Analicé la presencia y concentración de una serie de elementos traza, es decir, elementos químicos cuya concentración es muy pequeña. Supe entonces que las crías utilizan al menos 6 distintas zonas oceánicas durante los años perdidos y que estas zonas contribuyen en distinto grado a las zonas costeras. En una zona costera podemos tener individuos que vienen de más de una zona oceánica y de diferentes países. Precisamente por eso la colaboración internacional es fundamental para la recuperación y conservación de las tortugas marinas.
Aumentar el conocimiento sobre esos ambientes marinos por donde se mueven las tortugas y sobre cómo se conectan entre sí y con las zonas de anidación sigue siendo un objetivo de mi carrera profesional. Por el momento, mi trabajo se concentra en ese 1% del ciclo de vida que ocurre en tierra. Desde hace casi 6 años soy coordinadora del programa para la conservación de tortugas marinas de Pronatura Península de Yucatán, A.C., una organización sin fines de lucro que desde hace más de 30 años trabaja para la protección de dos de las playas más importantes de anidación de tortugas marinas en el Caribe mexicano: la Isla Holbox en Quintana Roo y El Cuyo en Yucatán. Estas playas son un termómetro que nos permite medir qué ocurre con las tortugas en muchas otras playas de la región.
Decidí trabajar en Pronatura porque creo firmemente en su misión de conservar la flora, la fauna y los ecosistemas prioritarios, promoviendo el desarrollo de la sociedad en armonía con la naturaleza. Y también porque utiliza información científica para ayudar a los tomadores de decisiones en el diseño e instrumentación de las mejores estrategias de conservación.
El monitoreo anual (de abril a octubre) de las playas de anidación de las tortugas marinas es un compromiso de largo plazo y con implicaciones nacionales, regionales y globales. Es un trabajo arduo que implica trabajar hasta el amanecer, noche tras noche, recorrer decenas de kilómetros de playa registrando cada nido, contar los huevos y medir, tomar muestras y marcar a las hembras para saber más sobre su biología y hábitos migratorios.
Es un trabajo que requiere de métodos estandarizados para la colecta de datos biológicos y de recursos económicos para mantener los estudios en el tiempo, y que nos dice si las poblaciones reproductoras de las tortugas se están recuperando o no. Los datos que tomamos se comparan con los de otros campamentos tortugueros de México y la información obtenida se entrega a las autoridades mexicanas para evaluar las acciones de conservación. También se comparten con organizaciones internacionales como la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, la Convención Interamericana para la Protección y Conservación de las Tortugas Marinas y la Wider Caribbean Sea Turtle Conservation Network.
Es un trabajo de largo plazo que necesita el compromiso, la participación y el apoyo de muchos. En este sentido, es justo reconocer el apoyo que la empresa SAC-TUN (antes CALICA), con sede en Playa del Carmen, Quintana Roo, ha brindado al programa de tortugas marinas de Pronatura desde hace más de tres décadas. A partir del 2019, SAC-TUN ha aumentado considerablemente el apoyo financiero a este programa como parte de su estrategia ambiental de largo plazo.
Además del monitoreo de las tortugas, Pronatura contribuye a concientizar a la población de la importancia de estudiar y conservar a las tortugas marinas, y de contagiar el amor que tenemos por la naturaleza.
Finalizo este, el primer artículo de los que estaré compartiendo con ustedes regularmente, diciendo que el cansancio y el desgaste físico acumulado de incontables noches en vela de quienes nos dedicamos a estudiar a estos asombrosos reptiles marinos tienen su recompensa. Y es que ser testigos del maravilloso evento de la anidación de una tortuga marina y poder seguir ese proceso hasta que las crías salen del nido 60 días después es una experiencia de vida inolvidable.
Una vez que lo has visto y sentido quedas enganchado con la magnificencia de estas especies. La empatía que se genera es tal que quieres asegurar que la anidación siga ocurriendo por siempre para que otros puedan disfrutarlo como tú. Aprendes a apreciar las playas obscuras y solitarias con cielos estrellados y los amaneceres y atardeceres llenos de luz, paz y tranquilidad.
Por todo eso y por mucho más, la conservación de las tortugas marinas es mi compromiso de vida.
Kommentare